
Antes de publicar en 2023 El chico de las musarañas, el libro en el que Ana Obregón narra su testimonio sobre la pérdida de su hijo, Álex Lequio, tras una larga y dura enfermedad, la actriz y presentadora ya sacó en 2012 sus memorias, bajo el nombre de Así soy yo. En ellas, se refería a un tal Jeff como su “ángel de la guarda en Nueva York”, refiriéndose a la etapa a principios de los ochenta en la que se instaló en la gran manzana para estudiar interpretación. “Adiós a Jeff, el hombre perfecto del que nunca me enamoré”, lo describía en el libro. Se refería a Jeffrey Epstein, el magnate estadounidense que siete años después, en 2019, se suicidó en su celda, donde cumplía condena por tráfico sexual de menores. “Era mi mejor amigo en Nueva York. Hace un par de años me llamó mi representante para contarme que había una periodista de The Wall Street Journal que quería hablar conmigo porque estaban preparando un documental sobre Epstein. Yo dije que no quería hablar de nada. Pensé: ‘A ver si ahora me vienen a matar a mí”, confesó Obregón en 2021 en una entrevista con Vanity Fair.
Este martes 16 de diciembre no ha sido The Wall Street Journal, pero sí The New York Times, el que ha publicado una investigación sobre el fallecido multimillonario y menciona sus lazos con la actriz de Ana y los 7. “Alrededor de 1982, un conocido en común presentó a Epstein a Ana Obregón, una joven actriz y socialité española. En su primera cita, la llevó a toda velocidad por Manhattan en un Rolls-Royce. Ella quedó fascinada por su encanto y su belleza, pero al final solo quería ser su amiga”, asegura el prestigioso medio estadounidense, que ha reunido a los principales periodistas que siguen el caso Epstein desde 2019 para arrojar luz sobre el origen de su fortuna. Y, según ha confirmado su investigación, el apellido Obregón está más relacionado con el éxito del magnate de lo que se había sabido hasta ahora.
“Mientras Epstein salía con Obregón, tenía una novia seria: Eva Andersson, modelo y ex Miss Suecia. Empezaron a salir poco después de que ella se mudara a Nueva York desde un pequeño pueblo de su país natal, y muchos amigos y conocidos de Epstein han dicho que ella fue el amor de su vida”, pone en contexto el medio neoyorquino. “Pero eso no le impidió perseguir a otras mujeres, especialmente a aquellas con dinero o contactos. Durante su aventura con Obregón, la firma de intermediación bursátil Drysdale Securities se desmoronó. Los Obregón [los padres de Ana, que hicieron una gran fortuna principalmente a través de la construcción y el sector inmobiliario], junto con otras familias españolas adineradas, pronto contrataron a Epstein para que les ayudara a encontrar sus millones desaparecidos. Ahora sí que era un cazarrecompensas”, sigue tirando del hilo del que ya tiró James Petterson en el libro de 2016 Filthy Rich: A Powerful Billionaire, the Sex Scandal that Undid Him, and All the Justice that Money Can Buy. En su entrevista en 2021, donde, aparentemente, la mención de Epstein le pillaba por sorpresa, Obregón ya afirmaba que sus progenitores y el magnate se conocieron personalmente. “¡Si vino a verme a Madrid y le presenté a mis padres! ¡Varias veces! En Nueva York siempre íbamos un grupo de cuatro: Jeff, Ludovico, que murió de sida, Anna Chu, que era sobrina de Marlon Brando, y yo”, recordó entonces.
Después de describir su relación como de “íntimos” amigos, de contar cómo Epstein le llamaba a las 6.30 de la mañana para desayunar y luego le mandaba una limusina que la dejaba en su escuela de interpretación —“A mí me daba vergüenza que me vieran mis compis y me bajaba una manzana antes”—, Obregón detalló en Vanity Fair su reacción al enterarse de que su gran amigo era un depredador sexual. “Estoy un día en Miami, cuando viví allí, por 2014, y empiezo a ver una serie de un tío que se lleva a chicas jóvenes a su casa y le dan masajes y se acuesta con ellas. Y pienso: ‘Mira qué guarro’. Y de repente veo: Jeffrey Epstein. Digo: ‘¡No me lo puedo creer!’. Llamo a mi hermana: ‘Amalia, no te lo vas a creer’. Casi me muero. ¡Había estado en la cárcel! ¡Mira, mira! Y a los pocos días voy a hacerme unas fotos para la revista People o no sé para qué, y me ponen una estilista… ¡Era Anna Chu! ¿Tú te lo crees? Le digo: ‘Anna, ¿te has enterado de lo de Jeff? ¿Será verdad?’. Decidimos localizarlo y Anna lo consiguió. Estuve a punto de ir a su casa, pero en el último momento me rajé”, reconoció en aquella entrevista hace cuatro años.
Según concluye The New York Times, Epstein cumplió su palabra con la familia Obregón y el resto de familias españolas adineradas y, después de más de un año, encontró los activos desaparecidos. “Un día de 1984, Gold [Bob Gold, exfiscal federal y aliado del fallecido magnate en esta búsqueda] fue al apartamento de Epstein y lo encontró tocando un concierto de Rachmaninoff al piano [Obregón ya destacaba en su entrevista que “tocaba el piano de cine”]. De repente, dice Gold, Epstein empezó a revisar una pila de documentos y anunció que había resuelto el misterio: los fondos de los clientes habían acabado en la sucursal de un banco canadiense en las Islas Caimán. Gold continúa sin estar seguro de cómo Epstein lo descubrió”, señala el medio estadounidense.
Epstein se benefició generosamente de esos esfuerzos que hizo para ayudar a sus adinerados clientes, entre ellos la familia de Ana Obregón. “Sumado a los frutos de su estafa de Stroll [Michael Stroll, quien invirtió parte de su fortuna en un supuesto negocio petrolero de Epstein que nunca existió], el día de pago significaba que Epstein casi con certeza había superado un hito impresionante: era millonario”, revela The New York Times sobre ese origen de su gran fortuna. Epstein tenía entonces 31 años. Para Ana Obregón, que lo conoció cuando ella tenía 27 años, esa forma de hacer dinero desde tan joven era digno de admirar, según destacó en su entrevista con Vanity Fair: “Era un genio. Con 28 años ya era supermillonario”.

