
Mónaco es provinciana y paleta, refugio de millonarios que hacen ruido con sus lamborghinis y ferraris creyéndose Ayrton Senna en la curva del casino entre tiendas de lujo, y al lado mismo sus tubos de escape sofocan el murmullo suave de una cascada deliciosa en un jardín zen, pero, curiosamente, todo el decorado feo del país en el que tiene la sede World Athletics agiganta la figura de María Pérez, una princesa a lo Grace, la primera atleta española elegida la mejor del año en pruebas fuera del estadio por la Federación Internacional de Atletismo. Y tampoco ningún hombre lo había conseguido antes. Tampoco ningún atleta español, hombre o mujer, había ganado nunca cuatro medallas de oro en Mundiales y un oro olímpico también, que es el logro de la marchadora de Orce (Granada), quien, a los 29 años, disfruta jugando a la brisca con su bisabuela, de 87, que le reclama un tataranieto que se junte a los que ya tiene del hermano de la atleta. “Y, de hecho”, dice Pérez, “mi plan es que Los Ángeles 28 sea mi último ciclo olímpico y después dejarlo para ser madre”.
Con el pelo aún rebelde, pero tirando a largo porque perdió una apuesta con su amiga y rival, la italiana Antonella Palmisano, María Pérez fue una de las estrellas de la gala en el Yacht Club que distinguió a la estadounidense Sydney McLaughlin, la diosa del 400m, como mejor del año absoluta y al pertiguista sueco Mondo Duplantis como el mejor.
Pregunta. Vaya si resiste sin cortarse el pelo…
Respuesta. La apuesta que perdí al ganar el Mundial de 20 kilómetros era hasta el verano, pero no sé si aguantaré. Lo mismo la tengo que invitar a comer porque no aguanto tener el pelo largo.
P. Todos los campeones dicen que desde pequeños soñaban con ser los mejores de la historia…
R. Sí, sí, si no sueñas en grande no puedes conseguirlo. Sueña, sí, pero primero hay que aprender a jugar y a disfrutar. Cada uno tenemos nuestro momento de soñar y tener esa idea de pequeño, pero luego que nuestro entorno no nos incite más a esa competitividad. Disfruta, juega con los amigos y luego ya se verá con el tiempo.
P. ¿Cuándo pensó usted que quería ser campeona del mundo?
R. Siempre, a partir de los 16, 17 años, porque ya también ese año fui internacional. Pero antes de ser campeona fui la 26ª en una Copa del Mundo. Esto no es llegar y convertirse en la mejor del mundo. Esto lleva tiempo. Las cosas que se cocinan a fuego lento saben mucho mejor que las que se cocinan deprisa.
P. ¿También quería ser líder? Nunca olvida reivindicar más espacio para la marcha en las grandes competiciones.
R. En Los Ángeles solo se va a disputar una prueba, la de media maratón. Ni 20 ni 35 kilómetros ni el relevo mixto. Europa y Sudamérica son las máximas potencias de la marcha, quitando Asia, y reivindico la realidad. A mí no me ha cambiado la vida ser campeona olímpica, pero sí que lo hizo a los compañeros sudamericanos que fueron medallistas en París, Alegna o Pintado. Cuando volvieron a Colombia o a México el Gobierno les dio una casa. Quitando una prueba les quitan una oportunidad a los que más la necesitan. En la situación que vive ahora mismo el atletismo, los dirigentes no piensan en la esencia del deporte sino en vender, en la televisión, y al final ahí se pierden los valores olímpicos que hemos vivido. El maratón y la marcha son las disciplinas más antiguas, y siempre estamos en el ojo del huracán, nos sacan y nos meten del estadio, nos ponen en horarios diferentes con cambios de pruebas. Creo que la marcha se merece un respeto.
P. Al menos, por fin una marchadora recibe un premio…
R. Ya, pero creo que si hubiese sido otra disciplina seguro que el primer año que hice un doblete (Budapest 2023) ya habría sido invitada. Y nunca ganaré el premio absoluto a la mejor atleta. No soy la persona que más vende atletismo. Nos sabemos la temática. ¿Se gana más por quien tiene más followers o tiene más seguidores o tiene más boom? ¿O en verdad se premia a lo que verdaderamente se lo merece, que es quien ha hecho mejor Mundial o quien ha ganado más medallas? Pero, sinceramente, me da igual. Soy de marcha y he tenido que ganar en tres años seis medallas para que me inviten a la gala, y ser la primera mujer que se sienta en la mesa de Carl Lewis, Usain Bolt y Mo Farah atletas que ganaron dos oros en dos Mundiales consecutivos. Si hubiese sido un hombre u otra disciplina me hubiese sentado antes. Creo que eso es un problema.
P. ¿Cuánto en su carácter luchador han influido los problemas que pudo tener en el pueblo por su orientación sexual?
R. Nunca he tenido problemas, no.
P. ¿Viene de sus genes, entonces, de la dureza de su tierra?
R. Soy una persona que siempre ha luchado trabajando, en silencio. Si algo me caracteriza es que nunca he mentido. Reivindicar está bien. Vivo en un país que es libre de pensamiento, obra y acción. Debemos expresar lo que sentimos, sabiendo que nos pueden criticar, que puede gustar o no, pero así aprendemos todos.
P. ¿De verdad quiere dejarlo después de los Juegos?
R. No sé si termino, pero quiero ser madre después de los Juegos. No voy a llegar de Los Ángeles y me voy a quedar embarazada. Eso no se calcula. Cuando venga, vendrá. Hay muchas cosas más bonitas después del deporte. Me falta un oro olímpico individual para tenerlo todo, pero si viene, bien; si no, no me voy a preocupar. Pero la mejor medalla es un niño o una niña, y a mí me encantan los niños y las niñas. Y también me encanta disfrutar de mi familia. No tengo pareja, pero estoy bien, estoy tranquila y estoy disfrutando. Cuando tenga que venir esa pareja, cuando tenga que empezar una relación con alguien la empezaré, pero estoy disfrutando. De hecho, con pareja no podría estar para arriba y para abajo, como lo estoy ahora. Tengo la suerte de que con mi sufrimiento hago felices a muchísimas personas.
P. ¿Le gana también a su bisabuela a la brisca?
R. Buff… Te engañan y te hacen trampa y no te enteras. Te roban una carta y no te enteras. Y no se deja ganar. Pero, pese a eso, cuando juego con ella, que sufrió un ictus este verano, ese tiempo que dedicamos a las personas mayores les ayuda a que su cabeza esté pensando, trabajando. Y que la todo vaya más lento. Tiene 87 años, pero carros y carretas. Tiene ya dos tataranietos, y ahora me dice que los míos no los va a ver. Y yo le tengo que decir, ¡no me metas tanta presión, abuela
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